El sistema de género y los roles sociales de hombres y mujeres

El sistema de género social es el conjunto de mecanismos y procesos que regulan la sociedad de modo que mujeres y hombres sean, actúen y se consideren diferentes, al mismo tiempo que determina qué áreas sociales son de competencia de un sexo y cuáles del otro (Astelarra, J., Veinte años de políticas de igualdad, p. 15-16). Como comentábamos en el artículo anterior sobre las desigualdades de género, este sistema está basado las diferencias biológicas entre hombres y mujeres. Gracias al sistema social de género, las sociedades garantizan los roles asignados a mujeres y hombres (ámbito público y privado, por ejemplo) y que, con el tiempo, estos se adapten y los sigan.


Este sistema diferencia notablemente la separación entre estos dos ámbitos a raíz de la aparición de las ciudades, continuando con la estela que dejaron las sociedades preindustriales. Así, como comentábamos en artículos anteriores, el ámbito público se destinó a los hombres, a su trabajo fuera de casa, con un valor social elevado, mientras que a las mujeres se las relegó al espacio privado, a su hogar.


Situación del sistema de género en la sociedad moderna

El sistema de género y la división de los ámbitos público y privado ha establecido la definición de los roles de género, qué actividades sociales y qué papeles deben ejercer hombres y mujeres en estos espacios.

En la actualidad, esta diferencia de roles se encuentra cada vez más difusa ya que ambos sexos desempeñan actividades asignadas al sexo contrario (sí, lo pueden hacer). Por ejemplo, las mujeres son capaces de hacer y dedicarse a la política y los hombres, de limpiar su casa. Aun así no debemos obviar que esta dimensión de género sigue existiendo en todas las actividades sociales y esto hace que las mujeres sean ignoradas en algunos espacios públicos, por lo tanto, sigue existiendo desigualdad.


El sistema de género y la política: el origen

Etimológicamente, ‘política’ proviene del griego polis, el lugar al donde se llevaba a cabo la actividad política, donde los ciudadanos, los hombres – se excluía a las mujeres y a los esclavos – hacían política y se expresaban libremente. Así, el discurso público lo realizaban los varones, mientras las mujeres se quedaban en casa por no ser ni ciudadanos ni personas públicas. La voz la tenía el varón, hablaba en nombre de un grupo, representaba a una comunidad de ciudadanos libres. No a la mujer ni al esclavo. Por tanto, ya desde entonces, la política se ha desarrollado en el ámbito público, el ámbito de los hombres, dejando totalmente de lado y sin voz ni voto a las mujeres.


La mujer y la política

Ya lo decíamos antes: la diferencia de roles masculinos y femeninos se distorsiona cada vez más. Un ejemplo claro es la inclusión de la mujer en la vida política. Hagamos referencia al gobierno paritario de José Luis Rodríguez Zapatero (9 mujeres y 9 hombres) y a la diferencia que le separa del equipo de gobierno de José María Aznar entre 1996 y 2000, compuesto por 10 hombres y 4 mujeres. En la vecina Francia también tenemos el caso del gobierno de Nicolas Sarkozy, con 8 ministros y 7 ministras.

A pesar de la cada vez más alta participación de las mujeres en la política, existen dos limitaciones que dificultan este trabajo: por un lado, tienen que combinar el hecho de estar al servicio del ciudadano con las tareas que se le asignan por el hecho de ser mujeres, las del ámbito privado: el cuidado de su hogar y de su familia. Por otro lado, los roles sociales asignados a los dos sexos hacen que las mujeres tengan dificultades para ejercer las actividades denominadas masculinas.

Hasta que no se normalice esta situación de una vez por todas, todo el mundo seguirá sorprendiéndose porque Carme Chacón sea ministra de Defensa. Sí, es mujer y, mientras estaba embarazada, dirigió al Ejército.