¿La sociedad está gobernada por los hombres blancos en edad activa?

Género

“La habitación será de color azul si es niño y de color rosa si es niña”. Ésta es la típica frase que solemos escuchar a un hombre y una mujer que esperan un bebé. Incluso antes de nacer, a hombres y mujeres ya se nos trata diferente, tanto en la forma de vestir como en los hábitos que se nos inculcan.

La igualdad entre ambos sexos, eso que se reclama tanto hoy en día, no ha existido jamás. La diferencia biológica entre hombres y mujeres es más que evidente y, sobre esta característica se construye – que no se justifica – la desigualdad de género.

Desde el principio de los tiempos (ya lo dijo Engels), además, la mujer ha sido considerada el “sexo débil”, el sexo oprimido y esta premisa hace que ésta sea una de las desigualdades sociales más antiguas.

Podría decirse que el dominio del hombre nació con el capitalismo, con la creación de las clases sociales y con la división de dos esferas en la sociedad: la pública, asignada al hombre, a sus negocios, a la política y a las relaciones sociales; y la privada, a la mujer, siempre al cargo de sus hijos, de su marido y de su casa.


El estudio de los diferentes roles entre hombres y mujeres

La posición feminista radical y las teorías revisionistas de producción/reproducción sirven para explicar, de dos modos diferentes, la relación entre clase y género. Por un lado, para la primera, mujeres y esposas forman una propia clase derivada de las estructuras patriarcales y de la “asumida” superioridad masculina. El trabajo doméstico, asignado a la mujer, la convierte en doblemente explotada en un modo de producción patriarcal, ya que una trabajadora casada trabaja en casa, con la “esclavitud” que conlleva el hogar y la familia, y también fuera de casa, en el mercado de trabajo (generalmente, controlado por el hombre).

Por otro lado, las teorías de la producción/reproducción tienen en cuenta la situación reproductiva de una persona dentro del ámbito del trabajo productivo. En otras palabras, se basan en la segregación sexual vertical del trabajo, una jerarquía que concentra a las mujeres en las posiciones inferiores en sectores laborales determinados, por ejemplo, en una empresa, mientras que los hombres se encuentran en los estamentos que toman las decisiones, en los “despachos”, en las zonas altas.


Argentina




Edad

En casi todas las sociedades se producen desigualdades por razón de edad, pero lo curioso es que estas discriminaciones varían con el paso del tiempo.
La edad de las personas es factor de desigualdad en la sociedad, sobre todo si se es joven o anciano. ¿El motivo? La inactividad laboral. Podríamos decir que vivimos en una sociedad dominada por los adultos en edad activa y en la que jóvenes y ancianos tienen grandes dificultades a la hora de acceder a los recursos económicos y de poder. Por tanto, cuando una persona joven, un niño o un estudiante se incorpore al mundo laboral, dejará esta discriminación de lado: “Salir del mercado de trabajo (o en el caso de los jóvenes, la no entrada) es el elemento clave para explicar la precariedad de recursos de estos grupos de edad” (Subirats i Bonal, 1988).
Por otro lado, teniendo en cuenta que la clase se relaciona con el ámbito productivo, los grupos que no trabajan (jóvenes, ancianos) quedan fuera del sistema de clase. He aquí otro elemento más de desigualdad social.
Y retomando el tema de la desigualdad de género, el concepto de edad también tiene algo que decir aquí ya que afecta de forma diferente a mujeres y hombres. Sólo un ejemplo: lo que los 35 años supone la edad de máxima plenitud laboral para los hombres, esta misma edad supone tener que retirarse del mundo profesional a las mujeres para tener descendencia o cuidar de la familia.
No discrimines






Etnia

Para no confundir términos, la RAE deja claro que el concepto etnia se refiere a la existencia de “una comunidad humana definida por afinidades raciales, lingüísticas, culturales, etc.” Por esto, podemos entender que los miembros de las etnias se ven diferentes a otros grupos sociales y, obviamente, son percibidos desde perspectivas diferentes.

En ocasiones, el término etnia puede ser confundido con el de raza. No obstante, éste último se utiliza en determinadas circunstancias sociales y políticas para diferenciar unos grupos humanos de otros, por lo tanto, no son neutrales, ya que somos las personas quienes “etiquetamos” a los demás. A esto hay que sumar que el nivel económico de una persona, el hecho de ser mujer o de ser una persona de color son factores extra de desigualdad dentro de una misma etnia. Por ejemplo, y según asegura la socióloga británica Sylvia Walby, “la base de la desigualdad de género es diferente para las mujeres blancas que para las mujeres negras” (Walby, 1990, p.42).

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