Mills jugará en “el clásico”, aunque fuera del campo

Este sábado, en la jornada de Liga de fútbol de primera división, se enfrentan el Barça y el Madrid. En teoría sólo son dos equipos de fútbol. En teoría, sólo se disputan tres puntos, sólo “juegan” un partido y sólo practican un deporte. Pero, en este caso, nada es como debería ser.

Podría decirse que durante los 90 minutos que dure el verdadero match –descontando la semana previa que llevan calentando el ambiente, y la siguiente, que servirá para analizar los resultados y vacilar a nuestros conocidos del equipo perdedor–, el partido se convertirá en algo más personal, aunque no nos afecte directamente. En ese estadio habrá algo capaz de emocionar y atravesar los muros del estadio, las fronteras del país, y que sacudirá casi la corteza de la Tierra.

Para empezar, al partido se le conoce como “el clásico”, cosa que lo equipara con otras cosas que consideramos “clásicas” porque que forman parte de nuestra cotidianidad, y esperamos que se repitan año tras año –a poder ser más de una vez, como los partidos de liga–. La celebración de Navidad, que nos feliciten el cumpleaños y nos hagan regalos, echar de menos la rutina diaria en vacaciones y desear las vacaciones en nuestra rutina diaria, la caída de las hojas de los árboles en otoño, las nevadas en invierno o que la Ley de Murphy nos persiga cuando menos lo esperamos, entre otras cosas.

Por este motivo, “el clásico” adquiere un valor simbólico que también va más allá de ser un simple partido de fútbol. Es la ocasión perfecta para reunir a los amigos en casa para cenar, hacer una “porra” durante la semana antes para darle todavía más emoción y, quizás, ganar algo de dinero, salir con el coche a pitar por las calles de nuestro pueblo si gana nuestro equipo, tal vez tirar algún petardo que nos sobró de la verbena de San Juan y que lo guardamos para una ocasión “especial”.

Por su parte, los dos clubes tienen mucho poder económico, y son los que más se juegan en este partido. Se convierte en una cuestión de honor el enfrentarse a los “eternos rivales”. El Real Madrid siempre se ha considerado “el equipo del Gobierno”, ya desde el régimen franquista. Y, aunque el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, es del Barça, este club ha sido siempre un icono del catalanismo. Por eso, al enfrentarse, de algún modo y a nivel territorial simbólico, se convierte en una “guerra” entre Madrid y Cataluña, más allá del fútbol y del deporte, y más cercano a la política.

Esto se aprecia en el siguiente vídeo, que compara los comentarios de un Barça-Madrid de la televisión pública catalana TV3 con los de la madrileña Telemadrid:


Lástima que Charles Wright Mills (padre de la imaginación sociológica, en la fotografía de arriba junto al padre de la sociología, Auguste Comte; y un jugador del equipo contrario) esté “lesionado” y se pierda el partido, al menos el de verdad. Este sábado, durante esos 90 minutos, el mundo dejará de respirar para desear sólo una cosa: que el lunes, como siempre, al parar el despertador, deseemos quedarnos en la cama 5 minutos más.